En el sendero del perfeccionamiento interno se necesita un esfuerzo permanente, siguiendo un proceso que implica haber desarrollado una adecuada capacidad de control emocional, mental, dirección adecuada de sus imágenes, cultivo de amor y a través de su inteligencia, s-educción de consciencia.
El primero de esos peldaños tiene que ver con el discernimiento y con la reminiscencia. El discernimiento hace sabio al ser humano en el mundo tridimensional, porque para obtener la sabiduría en las regiones suprafísicas, se requiere de la meditación y de la abstracción en temas elevados, más sublimes, y en todo lo que enaltezca al ser humano y lo lleve por el sendero del perfeccionamiento.
El discernimiento, diferenciando entre lo positivo y lo negativo, entre lo divino y lo mundano, entre lo real y lo irreal, le convierte en alguien más consciente. La reminiscencia, que es estar atento al acto anterior para convertirlo en progresiva consciencia, es verificar constantemente la retrospección, analizando todos los actos, palabras, emociones, sentimientos e imágenes, para luchar por trascender lo negativo, y fortalecer todo lo noble, veraz y armonioso de nuestra naturaleza.
El segundo de esos peldaños tiene que ver con el cumplimiento de los deberes, lo que lleva al estudiante a responsabilizarse constantemente de todas sus obligaciones: en su trabajo y con su familia, tanto sean sus padres como su cónyuge e hijos. Quien cumple con sus deberes más cercanos e inmediatos, se estará capacitando mejor para cumplir con su misión por la humanidad, cuando llegado el momento de servir al mundo como instructor, sabrá cumplir a cabalidad con su labor.
El tercero, es la acción fecunda. Debe aprender a "controlar" sus emociones, pero ese controlar implica dirigirlas, llevarlas por el sendero correcto, no dejándose influenciar negativamente por el aspecto negativo de la emocionalidad que ha caracterizado y caracteriza la evolución. Se debe ser dueño de las emociones, pero para lograrlo, se debe también ser dueño de los pensamientos, porque la idea precede a la emoción y ésta al acto.
Primero vienen las imágenes y las ideas, que nos llevan hacia un sendero o hacia otro. Depende de nosotros el que estemos atentos a ese bullir de pensamientos de nuestra vida interior, que no es otra cosa que la activación del Verbo interno como idea, como lenguaje, como pensamientos y como sentimientos, porque preceden a la energía emocional, la cual nos ha de llevar inexorablemente por los senderos de la vida.
Que el sendero sea de la divinización y del perfeccionamiento o negativa y perversa, depende también de los pensamientos, imágenes e ideas que estamos cultivando.
El sincero buscador del conocimiento y del perfeccionamiento espiritual, no debe tener un solo momento de descanso en el logro de ese ideal. A los iniciados se les pregunta:
—Y usted, ¿cuándo trabaja en lo interno?
—Casi todo el tiempo; a veces se cae en cuenta que ha existido alguna distracción, pero de inmediato el trabajo interno hay que retomarlo.
Realmente debemos estar atentos a nuestra vida interior en todos los momentos de la vida, y no solamente en el momento de la meditación, que debiéramos verificar todos los días, sino también que cada una de nuestras palabras, pensamientos y emociones, deben ser cuidadosamente sopesadas, para que no nos dejen caer en aspectos negativos de la evolución.
Una de las maneras más seguras y firmes de progresar internamente, es observar todas las mañanas al despertar, todas las anomalías, todos los aspectos negativos, mundanos, emotivos que se han ido convirtiendo en parte inconsciente de nuestra vida, analizarlos y decir: "yo prometo que hoy no voy a volver a incurrir más en este error". "Yo prometo que hoy ni nunca más volveré a enojarme". "Yo prometo que hoy estaré atento a mis pensamientos, yo prometo que hoy estaré atento a mis emociones"; "Yo prometo que hoy voy he de ser más cariñoso, he de ser más atento, he de cuidar mi cuerpo, he de cuidar mi salud, he de cuidar a mis seres queridos".
Si se verifica esa labor diariamente, cada vez que vamos a incurrir en un error, quizás involuntariamente por falta de trabajo interno, inmediatamente nuestro Ego nos llama la atención, viene la reminiscencia y reflexionamos: "estoy actuando mal, por allí no es el camino". Con ayuda del discernimiento se dice: "estoy actuando mal; esta actitud fue negativa y no he volver a incurrir en ella" y la reminiscencia nos lleva a intentar sentir en lo posible el estado de malestar anímico de la persona ofendida. El resultado, es el perfeccionamiento evolutivo.
Si nos esforzamos en ese campo, iremos modelando el carácter, mejorando el temperamento, y educiendo mayor cantidad de sabiduría y de amor.
Al hablar del control en el campo emocional, tenemos que analizar ese control a través del disgusto; disgusto ¿de qué? Disgusto por todas las cosas perversas, negativas que hemos ido cultivando. Entrar en disgusto por las pasiones, por el instinto, por la ira, por el odio, por el temor, por la envidia, por los celos; disgustarnos tremendamente por esos aspectos negativos que cultivamos y que hemos cultivado, para hacer consciencia de que no deben seguir presionando más nuestra vida interior y afectando nuestro desenvolvimiento espiritual.
Pero viene luego la parte divina: la acción fecunda. El cuerpo de deseos dirigido a través de la acción fecunda, para desarrollar en todos los momentos voluntad, carácter, energía y lograr en nuestra evolución todas aquellas metas que nos vamos trazando, porque si no logramos desarrollarlas, nuestro Ego queda en deuda evolutiva en ese campo e inexorablemente tendremos que tomar muchas más encarnaciones para poder satisfacer aquella meta que no se ha logrado cumplir.
El cuarto peldaño, es el control de los pensamientos, el recto obrar, el recto pensar y la fe. La rectitud en el pensar, en el sentir y en el obrar, está implicando que seamos conscientes o tratamos por lo menos de serlo, de cada palabra que exteriorizamos, de cada acto que verificamos y de cada sentimiento que vivimos.
Esa rectitud nos lleva a desarrollar fe que es confianza: confianza en la Vida infinita que en nosotros, se manifiesta a través de nuestro Ego (centro de Consciencia), para hacer posible que desarrollemos todas las capacidades latentes, que están en condición activa en el Logos, porque siendo chispas de la misma llama, tenemos en germen todos los poderes, cualidades, facultades y divinización del Logos, nuestro Padre.
En ese sendero de regreso hacia la fuente infinita de Vida y de consciencia, sigue el sexto peldaño, el sendero del amor, el sendero de la Cristificación; pero ese sendero que es el sendero del amor, también implica dolor y sufrimiento. Todo aquel que cultiva el amor, necesariamente debe sentir el dolor, porque amor y dolor están ligados. Dolor por ir abandonando paulatinamente aquellos aspectos de apego que tiene nuestra vida; por eso debemos abandonar totalmente el aspecto apego, para cultivar el aspecto consciencia.
Amor, pero no el amor personalista que tenemos hacia nuestros seres queridos, que es en fin de cuentas el inicio del sendero del amor. Es el amor omniabarcante hacia toda vida, el que debemos cultivar para unificarnos con toda la creación. Así iremos alejándonos del sufrimiento, que implica separatividad.
Si amamos a la forma, la separación de la forma trae sufrimiento; allí sabremos que no era verdadero amor, que eran solamente apego y emoción. Cuando lo amado nos es separado por leyes kármicas y no sentimos el dolor de la separación, es porque era un amor cósmico, un amor espiritual. Entonces nos daremos cuenta de que realmente estamos cultivando el verdadero amor, un amor altruista, eterno y libre de apego.
Luego tenemos la comprensión, el séptimo peldaño, que implica educción de consciencia. Todo aquel que lucha por comprender en todos los momentos de la vida, está educiendo consciencia. Estos son los peldaños paulatinos para poder ser recibido en la primera iniciación, lo que le convierte en un discípulo.